4 de septiembre de 2009

Conversación

Iban dos chicas caminando:
- Pues estaba consultando una póliza… ¡y el mono me la quería borrar!.- dijo una de las chicas con cierta indignación.
- ¿Cómo que el mono te la quería borrar? ¡Eso no es posible! – argumentó su compañera con clara intención de contrariar a su amiga.
- Que sí tía, que yo escribía el código y el tío cabrón me lo borraba.
- ¡¿Pero qué mono?! – respondió Marta con un tono que denotaba cierta ansiedad.
- Amelio, el mono Amelio. – dijo ella
- ¡Aahhh!, Amelio tía, ¡que susto! – dijo la otra suspirando de alivio
- Claro, Amelio, ¿quién iba a ser sino? – respondió Ana Luisa como no entendiendo las dudas de su amiga.
- Pensé que hablabas de Copito de Nieve.
- No mujer, Copito es incapaz de hacer eso.
- Claro, si por eso dudaba de lo que me decías.
- Ya… te entiendo.
- Bueno venga, que llegamos tarde.

Y así, una vez más, el mono Amelio cargó con las culpas y el cabrón de Copito de Nieve se llevó las alabanzas….¡¡¡Qué injusto es este mundo!!!

28 de mayo de 2009

Mujer con flores

Los demás te miran y no te ven
tú los ves, pero no los miras.
Estás ahí, apoyada contra la pared,
como el resto de la primavera
Tu camisola blanca
deja ver tus negros y fuertes brazos
tu piel ajada, curtida bajo el sol.
Sus caras grises pasan delante de ti
sus vidas grises los persiguen
sus sueños los dejan atrás,
tú hace tiempo que has aprendido a dejar pasarlos.
Ellos te ven y no te miran
tú los miras, pero ya no los ves.

14 de enero de 2009

Come as You Are

Son las 9:00 a.m. y entro en mi oficina, todos los días la misma rutina, aunque hoy ha cambiado un poco, porque me encontré en el atasco matutino con una ex -compañera.

Pues ahí estábamos, lado a lado cada uno en su carril. Ella meciéndose su cabello como siempre hacía, aunque todo hay que decirlo, la chica lo hacía con arte. Por supuesto nunca pensó que al echar un vistazo a su izquierda para cerciorarse de que nadie la veía, no solo la estaban mirando sino que el que la miraba la conocía. Así que en un intento patético de disimular empezó a rascarse el cuello con fruición. Quien sabe por que le daría vergüenza que la viesen tocarse el pelo Ante tamaño espectáculo, salí del coche con mi pistola, me acerqué y le pegué un tiro en la cara. Nunca me había gustado su forma de llamarme en el curro. Me quedé mirando como su cuerpo resbalaba hacia un lado hasta posarse su cabeza en el cristal roto de la ventana. Miré alrededor y como siempre nadie intentaba detenerme, otra vez lo iba a conseguir. Cada vez me resultaba más fácil desde que me cargué al primero, aquel barrendero de Aluche, menudo gordo hijo de puta, jodiendo con su “Por favor, por favor, q tengo familia”... y yo también, no te jode. Me metí la pistola en la chaqueta y volví a mi coche. En la radio ponían una canción de Nirvana que me pareció que embellecía aún más aquel momento de paz. Incluso pensé en saltarme la tapa de los sesos. Qué dirían los diarios al otro día. “Loco fan de Nirvana lleva a cabo su macabro plan”... los psiquiatras pagados de si mismos nos deleitarían con explicaciones basadas en la actitud ritual que indicaba la presencia de la canción del ídolo suicidado, las connotaciones de psicopatía que ello conllevaba y cómo esta realidad que nos golpeaba hoy podía volverse a repetir cada vez con mayor asiduidad, ya que los jóvenes de hoy están expuestos a grandes cantidades de violencia gratuita y a una desestructuración de su medio familiar que los lleva a tener por ídolos a gente que ejemplifican lo peor del ser humano. Pero no, no me salté la tapa de los sesos. Metí el arma en la guantera y arranqué.

Subo las escaleras, entro en mi planta, me siento delante del ordenador y otro bello día empieza a andar.

FIN

28 de mayo de 2008

La vuelta a la tortilla

Otra vez me llamaba, serían las cuatro de la madrugada de un día cualquiera en una primavera lluviosa. Me levanté del sofá donde dormía y fui hacia su habitación, pensando en que sería otra de sus pesadillas. Cuando llegué le pregunté qué le pasaba.
- Hay dos leones pequeñitos que...- me dijo. Efectivamente mis sospechas se confirmaban, el día anterior me había dicho que la habían operado, y creía que tenía el torso abierto en canal. Yo la tranquilicé como siempre diciéndole que no se preocupara, que solo era un sueño. Otro día me contó que había un loro verde y gigante en su cama, otro que le habían cortado la cabeza a alguien y otro que se tenía que quitar el traje de novia para ir al baño.
- No te preocupes, que por acá no hay ningún león – le respondí sonriéndome.
- Pero... ¿seguro? ¡Que yo los vi!. – me advirtió mirándome con ojos de preocupación.
- Que no, que no te preocupes, que es que estabas soñando otra vez.
- Bueno, perdoná. Es que me confundo.
- Nada, no te preocupes.
Antes de irme le acaricié la cabeza para tranquilizarla y la arropé para que no tuviera frío.
- Buenas noches. – se despidió.
- Buenas noches, mamá – le respondí.

19 de mayo de 2008

Fast Words III: Grafitero

“En el futuro todos seremos felices, solo es cuestión de que el hombre supere sus complejos”.

Con esta simple frase Javier se consolaba todas las noches antes de acostarse. La había escuchado hace mucho tiempo, ya no recordaba quién la había dicho, ni donde, pero la había escrito en el techo de su habitación con pintura amarilla fosforescente.

Cuando salía de casa, siempre comprobaba si llevaba su marcador indeleble negro y su bote de pintura verde para ir dejando su mensaje en todos los lugares que pudiese. Era su forma de dejar su impronta en este mundo, le decía a sus amigos. Aunque la mayoría de ellos lo consideraban una peculiaridad sin mayor importancia de su amigo, él estaba convencido de que realizaba una labor social muy importante escribiendo sus frases. El hecho de que la gente se diese de bruces con su realidad le confería una importancia a su ser a la que no estaba dispuesto a renunciar por nada del mundo.

Un día, al salir de su casa, vio que la frase que había pintado en la puerta del garaje de enfrente había sido manipulada, no había sido tachada sin ninguna lógica aparente, o simplemente borrada como en la mayoría de los casos. No, esta vez no, esta vez alguien había mancillado su obra. La frase original decía “La muerte es una vida vivida. La vida es una muerte que viene.” y el saboteador había escrito: “La vida es una muerte vivida. La muerte es una vida que viene” y donde antes estaba su firma – E.F.- ahora aparecía otra: “R.R.”.

Javier estaba al borde de un ataque de nervios, el Manipulador no solo había cambiado el significado de la frase, sino que había firmado la cita como si fuese suya. Esto no era tolerable desde ningún punto de vista, ¡Alguien se quería apropiar de su obra!. Intentando serenarse, Javier pensó que quizás era un hecho aislado, falto de la retorcida maldad que se podía desprender de un acto tan ruin. Para comprobarlo salió a dar un paseo por su barrio, comprobando sus frases. ¡Era increíble, todas estaban manipuladas vilmente! ¡Y todas estaban firmadas por el Manipulador R.R.! Definitivamente estaba ante la acción de un ser despiadado y falto de la más mínima decencia humana.

Durante unos días intentó analizar las posibles razones de tal actuación, pero ninguna explicación que encontraba le satisfacía, así que pergeñó un plan para hacer salir a la rata manipuladora de su escondrijo. El plan era sencillo y eficaz: consistía en buscar una frase fácilmente manipulable y escribirla frente a su casa para poder vigilar a cualquiera que se acercase a ella.

Después de una semana de búsqueda, por fin encontró la frase idónea: “Tristes tiempos estos en los que hay que luchar por lo que es evidente”. Javier consideraba que la frase era suficientemente impactante y fácil de manipular como para que el Manipulador cayese en la trampa.

Así que se apostó en la ventana de su casa que daba a la calle a esperar a su presa. Pasada una semana el Manipulador no había dado señales de vida, Javier empezaba a dudar de la eficacia de su encerrona. Llegado el décimo día de acecho, vio cómo un chico se acercaba a su frase, se paraba frente a ella y sacaba un spray de su bolsillo.

Javier se quedó paralizado, tantos días esperando este momento y ahora no sabía qué hacer. Después de unos segundos reaccionó levantándosede la silla. Salió corriendo hacia la puerta de su piso, la abrió bruscamente y corrió escaleras abajo. Cuando estaba saliendo por el portal vió como el chaval se daba la vuelta y echaba a correr en dirección al metro. Javier salió tras él corriendo calle abajo, ambos giraron en la esquinade la panadería y finalmente Javier lo alcanzó justo antes de que el Manipulador entrase en el metro, sujetándolo por la capucha de la sudadera que llevaba.En un primer impulso Javier lo tiró al suelo con la intención de darle una buena paliza, cuando ya tenía su puño cerrado y preparado para la acciónse dió cuenta de que el Manipulador era un crío que no tendría más de quince años.

11 de mayo de 2007

Fast Words II - Picaporte

"No importunar es lo que cuenta", eso me habían enseñado desde mi más dura infancia. Vos hacé lo que quieras en tu vida nene, pero no importunes.
Así crecí; sin molestar, pasando inadvertido siempre que podía. Mi futuro estaba claro, ser un cero a la izquierda, pero que no se viese.
Cuando terminé el secundario, casi no se enteró nadie, creo que con suerte me recuerda alguna esquina oscura del patio, pero no creo que tenga más que una vaga idea de quien era yo. Cuando entré en la Universidad, busqué una carrera en la que poder pasar inadvertido, así que me decidí por terapia ocupacional, que no sabía muy bien lo que era, pero que creí que me permitiría pasar sin pena ni gloria mis años de estudiante. Y así fue, aparte de dos o tres compañeros a los que les tuve que pedir alguna vez los apuntes creo que nadie guarda un buen o mal recuerdo de mí. Así que ahí me encontraba yo, hecho un hombre que no había molestado nunca a nadie.

Con ese bagaje a mi favor me presenté a mi primera entrevista de trabajo, y por supuesto lo conseguí a la primera. Los siguientes años los pasé en el departamento de Contabilidad, haciendo labores administrativas. Siempre sentado en mi escritorio, sin decir nada fuera de lo estrictamente necesario.

Así pasaron los meses… y los años. Ayer cumplí 45, hoy es 21 de diciembre de 2007 y acabo de pegarme un tiro en la cabeza. Estoy tirado en el suelo y siento cómo la sangre brota de mi quijada y la veo esparcirse por el suelo del salón hasta que mi vista se nubla, por suerte mi cara esboza una sonrisa.

15 de marzo de 2007

Fast Words I: Carnaza

Las putas uñas eran lo que más me desagradaba, siempre que se las arrancaba se me quedaba algún trozo en el dedo y no tenía más remedio que dejar el trabajo a medio hacer. El hijo de puta no hacía más que resistirse a morir. Yo pensaba que para qué se gastaba, si con un buen canal que le abría nada más entrar por la puerta quedaba a mi merced. Me gustaba aquella cara de pánico, o más bien, de incomprensión con lo que pasaba. ¿Qué se le pasaría por la cabeza? Pensaría, ¿por qué a mi? No se daba cuenta que no había ninguna razón para ello, era cuestión de suerte.

Cuando ya le había abierto la tripa, le empezaba a arrancar todas sus vísceras, el intestino, los pulmones, el hígado, los riñones, creo que alguna vez, hasta estaba vivo el cabrón, aunque ya no gritaba. El estropicio era dantesco, la sangre saliendo a borbotones, manchándome todo el cuerpo, suerte que iba siempre bien pertrechado para no mancharme mucho, las paredes llenas de manchas, lo peor era cuando se cagaban, hay que tener poca dignidad, cagarte mientras te están matando… si es que no tienen vergüenza.

A las seis sonaba la bocina. Cambio de turno en el matadero, ya podía irme a casa.

18 de agosto de 2006

Tiempos Contados

- Deben ser como las cuatro de la mañana - pensó.

La luna casi llena que entraba por la ventana le permitía ver la silueta que formaba su cuerpo bajo las sábanas. Recordó el eclipse que estuvo mirando hacía unas horas y su mente tomó derroteros existenciales que inmediatamente cortó de cuajo con una mueca de menosprecio. No corrían épocas como para andarse con lindezas, se imponía un pensamiento pragmático.

Miró sus pies y los movió para comprobar que seguían allí una noche más. Fuera se escuchaban las risas de un grupo de chavales. El español que hablaban formaba una mezcla de acentos que no parecían tener un origen común.

Al rato las voces cesaron, no se si era porque los chicos se fueron o porque el sueño me venció unos minutos, pero ahí estaba de nuevo, atento a lo que pasaba a mi alrededor. Así, atento y a la espera, llegó el amanecer, y con él el sueño por fin me venció por unas horas.

A mediodía volví a despertarme. Abrí los ojos y ví la lámpara encendida que colgaba del techo de la habitación, miré nuevamente mis pies, apoyé la cabeza nuevamente en la almohada, inspiré profundamente y me incorporé casi sin utilizar las manos para ello.

Un gran reto superado nada más empezar el día - pensé.

Llevaba varias semanas obsesionado con que no podía levantarme de la cama sin ayudarme con los brazos y me había propuesto que todas las mañanas intentaría levantarme de un único impulso. Los primeros días no lo conseguí, pero a partir del cuarto o quinto intento lo logré y no volví a fallar hasta ayer, cuando mis abdominales no pudieron con mi peso. Desde ese momento estuve todo el día abstraído con la idea de que me estaba haciendo viejo, hasta hoy por la mañana, que ahí estaba sentado, nuevamente retando y venciendo a mi cuerpo.

Me senté en el borde de la cama, me calcé las chanclas de invierno y me incorporé para ir al baño, nuevamente sin hacer uso de mis manos para ello. Una leve sonrisa se escapó de mis labios tras el esfuerzo. Encendí la luz del baño y entré en él deteniéndome frente al lavabo, dudé un instante y fui al inodoro. Después de mear y sacudirme bien como hacía siempre, me puse de pie, no diremos sin hacer qué, y volví frente al lavamanos. Me miré al espejo, acaricié mi incipiente cabellera revuelta y hundí mis dedos en la mejilla derecha, a la vez que mi expresión cambiaba reflejando mis pensamientos en el espejo.

Me cepillé los dientes desdeñosamente. Me mojé la cara y mientras me la secaba con la toalla mis ojos se llenaron de lágrimas; bajé la vista, coloqué la toalla en el toallero, y salí del baño. Me acerqué a la ventana y la subí, qué más podía pedir que un buen día de sol.

Entré a la cocina para prepararme el café, hice lo propio y me lo tomé de pie, mirando por la ventana los coches pasar.

Ya habían pasado dos horas desde que me había despertado, y ya estaba en la plaza mirando las nubes pasar……………………………….prrrrr

7 de agosto de 2006

Noches de Otoño

Las casas se me echan encima, sus fachadas se curvan a mi paso, las puertas se abren al verme pasar y las ventanas entornan sus persianas para aullar ante mí presencia. No es una sensación nueva para mí. Suele pasarme en las noches de otoño cuando las hojas cubren las veredas de mi barrio. Mis pies intentan tocar suelo firme pero la hojarasca se interpone entre ellos y las anheladas baldosas color ladrillo. Mi mente no puede contarlas y se distrae con la llamada de los ventanales de las casas señoriales. Cuando el viento arrecia, las chimeneas humeantes abren sus fauces y engullen las nubes bajas que anuncian una mañana de nieblas. Giro a la izquierda y una puerta verde oliva me atrae con sus encantos. Me dejo engatusar por sus reclamos y sus barrotes me llevan flotando sobre el suelo de mármol del vestíbulo. Me dejan delante del ascensor, entro en él, las puertas se cierran y el ascensor comienza su ascenso cansino hacia el cuarto piso. Se detiene y abre sus puertas invitándome a salir. Hago lo propio y me aproximo a la puerta de la izquierda. Rebusco en el bolso buscando una llave. La encuentro, la introduzco en la cerradura y doy vueltas a izquierdas. La puerta se abre, los olores y sabores del interior vuelven a suspenderme en el aire y me introducen en la casa. La puerta se cierra tras de mí.


3 de agosto de 2006

Constancia

Iba uno por la calle y se cayó el del borde... el pobre se metió una leche que pa que, así q ahí estaba tirado en el suelo y jodido. La calle llena de gente y nadie se acercaba a ayudarlo. El tipo hizo ademán de levantarse, pero la verdad es que el suelo estaba calentito por el sol y en realidad no le apetecía, así que decidió quedarse un rato tirado. Pensó "Bah, si seguro que ahora viene alguien a levantarme y darme el coñazo". Pero la cuestión es que pasaron los minutos y nadie se le acercó. Así pasó el tiempo que se hizo horas y el tipo empezó a darse cuenta de que ya no era que no quería levantarse sino que es que no podía. No era una cuestión física, era un miedo que lo atenazaba, no sabía a qué, pero se daba cuenta de que estaba muerto de miedo, un miedo que lo paralizaba. Así que se quedó tirado y se hizo de noche. Ya nadie pasaba por la acera que era su casa temporal. Y si alguien pasaba de vez en cuando, lo más normal era q se alejase de él, incluso cambiándose de acera. Cuando amaneció en la calle en su segundo día se dio cuenta de que su boca estaba seca y que su tripa le indicaba que tenía que empezar a plantearse el comer algo. Miró a su alrededor y a medio metro a su izquierda vio un chicle a la altura de su pie. Intentó recogerlo estirando la pierna para acercárselo a su mano. Después de un cuarto de hora de denodado esfuerzo consiguió hacerlo llegar a su mano, lo agarró y se lo llevó a la boca para saciar su sed y su hambre.
Al cuarto día, ya deshidratado y hambriento, hizo un último esfuerzo por levantarse. Intentó doblar los brazos para apoyar las palmas en el suelo, pero su esfuerzo fue inútil, no logró siquiera iniciar el movimiento y su respiración sonaba agitada y entrecortada.\nAl séptimo día murió a primera hora de la mañana. Sus restos fueron recogidos inmediatamente e incinerados.