7 de agosto de 2006

Noches de Otoño

Las casas se me echan encima, sus fachadas se curvan a mi paso, las puertas se abren al verme pasar y las ventanas entornan sus persianas para aullar ante mí presencia. No es una sensación nueva para mí. Suele pasarme en las noches de otoño cuando las hojas cubren las veredas de mi barrio. Mis pies intentan tocar suelo firme pero la hojarasca se interpone entre ellos y las anheladas baldosas color ladrillo. Mi mente no puede contarlas y se distrae con la llamada de los ventanales de las casas señoriales. Cuando el viento arrecia, las chimeneas humeantes abren sus fauces y engullen las nubes bajas que anuncian una mañana de nieblas. Giro a la izquierda y una puerta verde oliva me atrae con sus encantos. Me dejo engatusar por sus reclamos y sus barrotes me llevan flotando sobre el suelo de mármol del vestíbulo. Me dejan delante del ascensor, entro en él, las puertas se cierran y el ascensor comienza su ascenso cansino hacia el cuarto piso. Se detiene y abre sus puertas invitándome a salir. Hago lo propio y me aproximo a la puerta de la izquierda. Rebusco en el bolso buscando una llave. La encuentro, la introduzco en la cerradura y doy vueltas a izquierdas. La puerta se abre, los olores y sabores del interior vuelven a suspenderme en el aire y me introducen en la casa. La puerta se cierra tras de mí.


1 comentario:

Anónimo dijo...

..mmm...
Más, necesito más, ¿qué nos quieres decir?.. es como una descripción de las que hace Gala (!!!!salvando las distancias claro!!!). Es decir, le pierden las descripciones y más si tienen que ver con un jardín o similar, pero después... qué.