14 de enero de 2009

Come as You Are

Son las 9:00 a.m. y entro en mi oficina, todos los días la misma rutina, aunque hoy ha cambiado un poco, porque me encontré en el atasco matutino con una ex -compañera.

Pues ahí estábamos, lado a lado cada uno en su carril. Ella meciéndose su cabello como siempre hacía, aunque todo hay que decirlo, la chica lo hacía con arte. Por supuesto nunca pensó que al echar un vistazo a su izquierda para cerciorarse de que nadie la veía, no solo la estaban mirando sino que el que la miraba la conocía. Así que en un intento patético de disimular empezó a rascarse el cuello con fruición. Quien sabe por que le daría vergüenza que la viesen tocarse el pelo Ante tamaño espectáculo, salí del coche con mi pistola, me acerqué y le pegué un tiro en la cara. Nunca me había gustado su forma de llamarme en el curro. Me quedé mirando como su cuerpo resbalaba hacia un lado hasta posarse su cabeza en el cristal roto de la ventana. Miré alrededor y como siempre nadie intentaba detenerme, otra vez lo iba a conseguir. Cada vez me resultaba más fácil desde que me cargué al primero, aquel barrendero de Aluche, menudo gordo hijo de puta, jodiendo con su “Por favor, por favor, q tengo familia”... y yo también, no te jode. Me metí la pistola en la chaqueta y volví a mi coche. En la radio ponían una canción de Nirvana que me pareció que embellecía aún más aquel momento de paz. Incluso pensé en saltarme la tapa de los sesos. Qué dirían los diarios al otro día. “Loco fan de Nirvana lleva a cabo su macabro plan”... los psiquiatras pagados de si mismos nos deleitarían con explicaciones basadas en la actitud ritual que indicaba la presencia de la canción del ídolo suicidado, las connotaciones de psicopatía que ello conllevaba y cómo esta realidad que nos golpeaba hoy podía volverse a repetir cada vez con mayor asiduidad, ya que los jóvenes de hoy están expuestos a grandes cantidades de violencia gratuita y a una desestructuración de su medio familiar que los lleva a tener por ídolos a gente que ejemplifican lo peor del ser humano. Pero no, no me salté la tapa de los sesos. Metí el arma en la guantera y arranqué.

Subo las escaleras, entro en mi planta, me siento delante del ordenador y otro bello día empieza a andar.

FIN

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